21.6.13
Hoy ha
sido nuestro primer día en la India; salimos el 20 de Junio de
Barcelona. A las 4 de la madrugada ya estábamos en la calle subiendo
a un taxi, después de un pequeño percance con el taxista, pasamos 9
horas en Estambul, Turquía, en donde la compañía Turkish Airlines,
invitaba a sus pasajeros a un tour de 6 horas por la parte antigua
del sur de la parte europea de la ciudad con comida incluida y un par
de museos con entrada incluida. Fueron pocas horas, pero valió la
pena; nunca había estado en Turquía, y eso que uno de mis mejores
amigos es turco! Me hizo gracia identificar detalles culturales:
gestos típicos del propio país, maneras de caminar y relacionarse
con los demás, etc... Está claro que pasar un día de una cuidad no
te otorga automáticamente el título de experto, pero soy de los que
consideran que unas cuantas de calidad en cualquier lugar, puede
llegar a ser muy enriquecedor y, a veces, incluso más provechoso que
algunas vacaciones semanales o quincenales mal organizadas o mal
planeadas...
Hemos
llegado a nuestro hotel a las 6 de la mañana, hora local y después
de unas cuantas, llamémoslo “sorpresas”, nos pusimos a dormir.
La razón de este calificativo comienza ya en el aeropuerto, en donde
para empezar, siendo las 4 de la madrugada, tuvimos que sobrellevar
un control de pasaportes que con mucha suerte no nos llevó más de
30 minutos, pero que bien podría haber durado 3 o 4 veces más. Por
si esto no fuese suficiente, el control de equipaje por máquinas de
rayos X, se repitió 3 veces. Y como punto final a nuestra
bienvenida en el aeropuerto de Mumbai, después de las típicas colas
para tomar un taxi, un señor que nos indicó qué taxi estaba libre,
no solo esperaba de nosotros una propina por sus servicios si no que
nos lo exigía con tal agresividad en su tono y postura corporal, que
dada las diferencias culturales, no sabía si me pegaría, sacaría
una navaja y me rajaría de arriba a bajo o qué. La cuestión es
que al final, resignado a ultranza, algo le espetó al conductor que
no solo nos hizo sentir la inseguridad del que no entiende un idioma
(alguno de los múltiples usados en India al margen del inglés), en
un país y cultura desconocidos, si no que el conductor no cruzó
palabra con nosotros en todo el viaje, que no fue corto precisamente,
y además, ante la duda, en uno de los comentarios que nos
propiciábamos Lucía y yo, nos asaltó verbalmente haciéndonos ver
que no iba a permitir ningún chismorreo en su taxi, que dijo yo, que
por mucho que sea suyo, poco podría controlar si de lo que
hablábamos o no era negativo, y no hacia falta ser un trotamundos
para darse cuenta de nuestras más sinceras intenciones a cada
palabra o gesto que Lucia y yo intercambiábamos...
El
trayecto en taxi fue, en el sentido más amplio de la palabra,
espectacular; un coche de la marca Hiundai, no caracterizada por
coches ni con muchas prestaciones ni con mucha seguridad ante
posibles accidentes, nos llevo a una velocidad de crucero bastante
por encima de sus posibilidades, con cambios de dirección bruscos y
algún que otro frenazo desafortunado. Las vistas espeluznantes nos
dejaron todo el trayecto boquiabiertos a Lucia y a mí. A medida que
amanecía con más detalle veíamos la suciedad acumulada en las
calles, la gente con cualquier trapo para cubrir hasta lo socialmente
aceptado sus cuerpos, ora uno hacia sus necesidades en una esquina
más al descubierto de lo que nosotros hubiésemos deseado, ora otro
que de cuclillas sobre sí mismo al más puro estilo oriental, se
lavaba los dientes, con aires de haberse despertado pocos instantes
antes. El sonido de las bocinas de los coches cumplieron las promesas
que habíamos oído en un documental: entre ellas se establece un
sistema de comunicación vital que evita no pocos accidentes y más
que una sorpresa desagradable a conductores y viandantes por igual.
Una sinfonía en plena armonía en su conjunto teniendo al silencio
como mayor enemigo y no quedando otra que convivir con ello las 24
horas del día en un país en donde se intuye el primer dilema de
nuestra aventura: paciencia por un lado, con largas esperas y ritmos
lentos, y por otro, el estrés del bullicio, de conductores con
aparente prisa, y de una sociedad que en un segundo es capaz de
combinar el estrés de Londres con la tranquilidad y sosiego de
cualquier pueblucho perdido por el mundo...
La
suciedad de las calles y la falta de complementos de vestir entre la
gente, me hacen pensar en pobreza. Pero algo me dice que la gente de
este país no comparte el mismo concepto de pobreza que nosotros, los
más capitalizados1.
No es que una persona con poco poder adquisitivo no vaya a querer más
dinero para poder consumir más. Si no que , quizás, somos nosotros
los que solo relacionamos la pobreza con la falta de posesiones, pero
como dice un famoso dicho de cuyo autor no quiero acordarme: “No es
más pobre el que menos tiene, sino el que más desea”. Luego, me
da la sensación que esta gente, que estadísticamente tiene menos
que los que menos tienen en mis tierras, ahora lejanas, no se sienten
tan mal con su economía como se puedan sentir otros que se
auto-definan como “personas que no llegan a final de mes y lo están
pasando muy mal”2.
Se me evidencía ni que sea de pasada, que lo material no solo no es
primordial, si no que, no debería ni ser representativo en nuestras
sociedades a menos que sea con fines humanitarios, o como poco,
pragmáticos desde un punto de vista funcional socialmente...
[Acabo
de perder una página entera de texto, que por la razón que sea no
se guardó correctamente, qué rabia! Espero recuperar y reescribir
lo que pueda...]
El
shock de los primeros momentos solo fue recuperado después de la
primera comida que tuvimos en tierra firme fuera de Europa. El
restaurante Le Pain Quotidien, no proporcionó un trato exquisito y
unas carnes y verduras de primera calidad. Aunque pudiésemos haber
optado por algo más económico, considero que mereció la pena.
Después de un café al puro estilo italiano, y de probar la mejor
tarta de chocolate coulant, reunimos fuerzas para seguir paseando por
la ciudad de Mumbai, ya con otros ojos, algo más tranquilos y
adaptados al nuevo ritmo.
En el
Gateway of India la gente no dejaba de observarnos. Nos sorprendió
la absoluta falta de turistas occidentales, me pregunto cual será el
motivo? Siendo Mumbay según nuestra guía la ciudad más
internacional de India, no conseguimos entender dicha ausencia. Los
monzones no han llegado aquí, y en todo un día recorriendo la parte
sur de la ciudad, no pudimos dar con más de 5, a lo sumo 7 u 8
occidentales. Espero poder pronunciarme al respecto posteriormente
con algo más concreto.
Fuese
como fuese, la gente de Mombai mostraba a mi parecer tanta sorpresa
por nuestra presencia y maneras de movernos como la mía de ver a
gente de una cultura y apariencia tan diferente de lo que estoy
acostumbrado y he podido observar en los pocos lugares recorridos por
el mundo. Tal era la admiración que nos propiciaban, que alguno se
atrevió a pedirnos si se podría fotografiar con nosotros. Leí que
esto podía pasar, así que en cierto modo hasta lo esperaba e
intenté comportarme según la situación requería. Amablemente
cedía a fotografiarme intentando mostrar naturalidad en una
situación menos que corriente para mí.
Después
de pasear todo el día por la inmediaciones del sur de la ciudad,
llegamos al hotel. El hotel Manama, prometía mucho más en sus fotos
de lo que ofrecía en realidad. Tanto por comodidades como por
limpieza de las instalaciones. Sin poder recomendarlo, si que podemos
admitir que después de todo el día en Mumbai, vemos con otros ojos
el hotel, y podemos aceptar con mayor determinación la situación.
Mañana
pasaremos todo el día aquí y aprovecharemos para ver algo más de
la ciudad, sobre todo por el norte. Por la noche cogeremos el tren
dirección Jaipur.
1No
se me ocurre una manera mejor de definir a las persones
pertenecientes a sociedades, generalmente encontradas en occidente,
con una fuerte industrialización de sus países, pero en sociedades
donde la industria propiamente dicha, ya no es el centro económico
de las mismas, ni siquiera otros sistemas de producción como los
servicios terciarios, si no, en países donde la riqueza se mide por
la capacidad de adquisición de sus ciudadanos. Luego, las
consecuencias de sociedades económicamente centradas en la
producción y el consumismo. Sociedades que juegan a diestro y
siniestro con conceptos como capitalismo o neoliberalismo, entre
otros.
2Por
miedo a alargarme con lo que me refiero con “personas que no
llegan a final de mes y lo están pasando muy mal” y evitar así
no solo parecer cruel y irrespetuoso con estas personas (nada más
lejos de mis intenciones). He dedicado un apartado entero a ello
mismo que a la vez me permita expresar otros conceptos relacionados.
Para ello, véase pág. X.